El campeón de Europa se estrenó a lo grande en la presente edición de la Champions. El equipo blanco, el primero que participa en 21 ediciones seguidas de la máxima competición continental, goleó al APOEL en el estadio Santiago Bernabéu y es líder del Grupo H.
Apenas transcurridos diez minutos de juego se adelantó el Real Madrid. Isco inició el contragolpe y se deshizo de un rival con una vistosa maniobra, entregó el esférico a Bale y la perfecta asistencia del galés fue aprovechada por Cristiano Ronaldo para llevar el balón a la red.
Más dudas despierta la defensa. Nacho ya ha respondido, pero deberá hacerlo Vallejo. Esto roza el Pavones de otro tiempo, aunque más planificado
Con Morata lo que el Madrid ha perdido es un modo de atacar, el tercer Madrid, el arrebato. Quizás deba sustituirlo por un mayor control de los partidos, que no le sea tan necesario el revulsivo. El verano del Madrid ha sido más vendedor que comprador. No ha gastado, pero ha invertido en tiempo. A las rotaciones de Zidane ha añadido juventud. Esto merece algo de paciencia, no convertir el estadio en un campeonato de silbo gomero.
Como si supiera lo que podía llegar a ser, el partido no quería comenzar. Entre golpes e interrupciones tardó cinco minutos en arrancar, si es que lo hizo del todo.
El Madrid comenzó insistiendo por las bandas con aplicación, pero escasa energía. Llegaban los laterales. Se veía que Casemiro es como el clavo del abanico que sostiene al equipo cuando se despliega. En el 11 llegó el APOEL. El Madrid se rompía, estaba perezoso, pero justo a la jugada siguiente contragolpeó con Isco, un balón a Bale y, desde su izquierda, otro para el gol cruzado de Cristiano.
Desde ese lugar, en una posición de 7 antiguo, Bale dio un par de pases estupendos durante la primera parte. El APOEL parecía un equipo más hecho –no mucho más– de lo que se le recordaba y el Madrid establecía un ritmo mínimo. El partido era compatible con una red social, una lectura o una conversación.
Seguían las interrupciones y Kovacic, lesionado, fue sustituido por Kroos. El cambio duró tres minutos. Parecía que Kroos se estaba afeitando, pero es que el Madrid y la noche estaban parsimoniosos. El juego era tan lento y tan sin sal que se acababa reparando en cosas raras de los chipriotas. Jugaban un 6, un 16, un 26 y un 46. Parecían una combinación de la bonoloto.
El 46, Aloneftis, era el Bale de ellos, exigía a Carvajal y era una mezcla de los dos. Bajito, con barba y con pirri.
La marca de Bale se llamaba Praxíteles. En el Madrid se salvaban Marcelo, Modric y el instinto pionero de Cristiano. Se movía por todo el ataque. Bale parece que hace justo lo contrario, pero le dio otro buen balón al portugués. Al fallar se enfadó mucho. Con su declaración judicial hemos visto que es como el personaje de una película de Ben Stiller. En el mismo minuto puede ser prepotente, tierno, infantil y marciano.
Cuando no está Benzema se ven menos desmarques, menos escalonamientos. Benzema parece ser el ojito derecho de Florentino, de Zidane y de Cristiano. Algo tendrá.
En el 37, el Madrid se partió completamente en una contra de Isco y Cristiano. Y menos mal que Casemiro cortó lo suyo. Esa forma de quebrarse no ha sido habitual con Zidane. El equipo daba la sensación de no estar dispuesto a hacer el esfuerzo mental –ni hablar del físico– de buscar más goles ante el APOEL.
Del descanso volvió el Madrid más enérgico. Un balón en el brazo de Lago fue interpretado generosamente como penalti y Cristiano, que ya antes había protestado un presunto gol fantasma, marcó su segundo tanto.
Vinieron luego unos minutos de buen fútbol. El APOEL quedó encerrado en su campo y el Madrid quería más, empujado por el ansia de Cristiano. Tras una buena jugada de Modric pudieron hacerle penalti. Se vio en esos minutos cómo Cristiano le da sentido al Madrid. Cuando parece desmotivado, harto de ganar, solo tiene que engancharse a la voracidad hollywoodiense, casi ficticia, de Cristiano. Ya no son lo goles, da una razón de ser.
Ramos aporta ahora una determinación similar. El Madrid seguía atacando a buen ritmo y el central consiguió el tercero. La jugada la inició cortando la pelota, abrió a la banda y se fue al ataque a rematar de chilena, nada menos. Cuando el Madrid ya había recuperado la tensión, se le fue un instante al estadio. Hubo un ligero apagón que duró lo que un parpadeo.
El partido era lo que el Bernabéu está acostumbrado a ver en Champions. Bale se fue con muchos más aplausos que pitos y Ceballos dejó buena impresión el rato que jugó. La pinta es estupenda: un Isco sin sus dificultades morfológicas. A Cristiano le anularon el tercero. El «hat trick» (y los titulares de prensa) colgaban como una piñata. Mayoral salió a correr por él, por Morata y por Mariano y la noche acabó sin más novedad.
El panorama es el normal.