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Estadio Luzhniki Martes 2 octubre de 2018 a las 21:00 h |
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| CSKA de Moscú |
Real Madrid |
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El Madrid da conversación, pero no marca. Tres partidos sin hacerlo. Es como retroceder a otra década. Vuelven sensaciones de resignación, de insuficiencia. De modestia. Sin embargo, no fue como el adiós mundialista de España en el mismo estadio. Allí acababa algo, aquí se ve futuro. Sobre todo futuro. Tanto que no deja ver el presente.
El Madrid regaló un gol en el segundo 64; error de Kroos que aprovechó Vlasic.
Era una dificultad añadida a un Madrid nuevo. Sin Marcelo, Ramos, Bale o Isco se vio en Moscú lo que es esta temporada. Un Madrid de entreguerras. Un club que ha tenido a Owen o James de suplentes depende ahora de jugadores como Lucas o Reguilón.
El verano sirve para que se vea lo que no se ha hecho en invierno. Fondones en la playa, provocamos pena e incluso consternación. En el fútbol es al contrario. Vamos a ir viendo en qué queda la genialidad veraniega de aligerar el equipo. El Madrid tiene una plantilla que a ratos parece buena y casi siempre algo cogido con alfileres.
Reguilón tiene desparpajo y subió mucho, pero con la pelota estuvo entre mal y calamitoso. Dio buena sensación pero es un canterano debutando en Rusia y en el puesto de Marcelo. Ningún pedagogo firmaría esto.
Esto tiene sus cosas buenas. Ceballos y Asensio se ven empujados a una maduración forzosa. Asensio mejora, quiere ejercer de estrella, pero le cuesta. El Madrid depende creativamente de él. Además es un jugador en tránsito del 10 al 7. No chuta con la diestra y con la zurda es un pelín lento en lo más candente del área. Recuerda a Bodiroga: un genio lastrado por medio segundo.
Así que el Madrid se recuperó con esfuerzo. Pasó veinte minutos de sufrimiento porque los del CSKA presionaban como zombis, unánimamente, y salían directos al ataque.
El Madrid estaba a medio cuajar. La presión le quedaba en proyecto, esbozada solo, y el balón duraba poco. El equipo aun estaba quebradizo, largo. Lo bueno se prometía cuando se dibujaba el imaginado eje de Kroos, Ceballos y Benzema.
Ahí se fue Asensio, comenzó a danzar con ellos y lo que pasó después fue bueno. Alrededor del minuto 18 el Madrid comenzó a tocar. Tricotar, combinar, rondar un poco.
El toque ordenó al Madrid, lo juntó, y fue despertando a jugadores. Casemiro tuvo unos minutos de primera clase y chutó al palo, y además se despertó Lucas con los primeros desbordes del año.
El Madrid fue llegando. Era todo un gran esfuerzo colectivo orientado a una proeza individual: que Benzema rematara. Lo intentó varias veces y no solo lo consiguió en el 36 sino que de modo extraordinario repitió en el 40 con un remate al palo.
El toque tenía otro efecto, encerrar definitivamente al CSKA, y un subefecto: excitar la presión arriba del Madrid. Nacho estuvo extraordinario al corte. A mejor toque, mejor presión después. En el futbolista se excita un celo por recuperarla. El ansia viva de pelota.
Cómo sería que se lesionó Carvajal y estuvo esperando cinco minutos al cambio porque el Madrid no la soltaba. Lopetegui metió a Odriozola.
Es un Madrid joven. Tiene este equipo algo de los Pavones, pero mejor hechos, más premeditados. Los Pavones fueron lanzados a un vacío generacional y este Madrid tiene más recursos, tiene otra soltura. Pero claro, sin la media docena de galácticos. Es un poco Ajax de Chamartín. Es el Madrid de Taburete.
Del descanso volvió todo igual, con Asensio responsabilizando y probando de lejos a Akinfeev. Aun con dificultades, el Madrid tuvo ratos de un juego fresco y optimista que buscaban la banda de Odriozola.
Es un equipo al que se le ve jugar y aprender a la vez, por eso el aficionado no se puede enfadar.
Entraron Modric y Mariano, Kroos se hizo jefe total (en un bendito 4-4-2) y Vinicius quedó esperando. Una pena porque había ambiente de epifanía. Lopetegui quizás no entiende que de Vinicius no se espera nada razonable. Se espera a otro ungido, a un enviado, y eso no es programable. En el Madrid hay que hacerle hueco a los milagros para que ocurran. Porque ocurren.
El dominio del Madrid pecó de cierta monotonía. Evacuaba centros Odriozola y de lejos lo intentaron Kroos y Ceballos. Faltaba la precisión de un extremo, el último tobillo preclaro. Después tomó por fin la vía apocalíptica de Mariano, que tuvo la mejor ocasión con otro palo (el tercero). Pero es que es muy mala cosa asediar a los rusos.