Estadio Santiago Bernabéu Miércoles 12 de diciembre de 2018 a las 18:55 h |
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Real Madrid |
CSKA de Moscú |
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El Madrid normaliza el ridículo.
Los de Solari se vieron sorprendidos por las contras rusas. Sin gol, sin tensión defensiva y sin capacidad de reacción. Isco fue pitado.
Solari sacó al Madrid copero y el equipo dio la medida de sí con la peor derrota en la larga historia europea del club. Isco y Asensio pueden con el Melilla, pero no con el CSKA. Marcelo protagonizó una tarde de desastres y a las supuestas estrellas les tocó el día impar: nihilismo en Benzema, fragilidad en Bale.
No estaba Lucas Vázquez en el once y como queriendo compensar alguien tuvo la idea de llevar al Bernabéu la banda de tambores de Hellín, que amenizó la tarde con una delicada tamborrada. El sonido algo marcial de esos tambores pudo excitar al CSKA, equipo del antiguo ejército rojo.
La tarde era fría, el campo no estaba lleno y algunos hinchas rusos iban en manga corta. En ese ambiente estepario lo que primero se vio fue a Vinicius, cuyos regates y desmarques quedaban hasta exóticos.
El Madrid se acercaba a un 4-2-3-1 en el que sobre todo se movía él. En el minuto 18 le dio un pase con intención a Benzema, a quien dejó alguna vez en evidencia con su velocidad. Junto a él destacaban los muchos robos de balón de Valverde. La construcción de juego del Madrid estaba entre el lento brujuleo de Isco y la insustancialidad del resto. Lo más vivo era Vinicius, que en el 24 provocó una parada de Akinfeev y el posterior palo de Asensio.
Vinicius lo hacía bien, cada vez mejor, aunque pueda decirse de él lo que escucharemos dentro de unos días con la Lotería: que solo le falla la terminación. En cierto modo, su fútbol solo corre el riesgo (que no es poco riesgo) de quedarse en esa belleza casi total pero inútil del número al que le falta un dígito. El del gol.
Pero lo hacía bien, hasta preguntarse el aficionado por qué no le buscan más sus compañeros (ya hubo indicios de esto en la Copa).
A partir de ahí entró en calor Asensio, que tuvo un par de buenas ocasiones, una de ellas clarísima, solo ante Akinfeev tras una diagonal (con escala en Vinicius) y una viaje previo de banda a banda.
Pero gol el Madrid tenía poco, y el CSKA, que se había ordenado soporíferamente en un 5-4-1, comenzó a salir de su campo. Así llegó el 0-1. Una conducción no detenida por Llorente tras la que Sigurdsson se llevó consigo del bracete a Marcelo cual Miss Daisy de la defensa. Chalov tuvo la clase de recortar y no falló ante Courtois. ¿Tiene el CSKA más gol que el Madrid? Parece ser que sí. Volvía a pasar lo que en Moscú y, si apuramos, lo del Mundial. El “isquismo” muriendo con las contras rusas otra vez.
No fue solo una. Poco después, el lateral Fernandes llegó al fondo de su banda y el rechace lo aprovechó Schennikov, el otro lateral. ¿Y las bandas del Madrid? A la esterilidad más absoluta se le unía el desajuste defensivo. La pareja de jóvenes centrales estaba probando el hierro europeo.
Al descanso, los tambores sonaban a Semana Santa.
Solari puso a Bale por Benzema tras su nada memorable primera parte, y el Madrid recomenzó con el animoso correr de Llorente, que parece el Pablo Casado del mediocampismo blanco, todo ganas y achique pulido.
Pero el Madrid estaba roto ya, desconectado en la media, y el CSKA comenzaba a jugar (bien su medio Vlasic) y probaba a Courtois. El panorama en el Bernabéu era feo, la calma antes de la tormenta, y una jugada dictó el veredicto y eligió culpable: Vinicius se recorrió el campo velozmente y se la dejó a Isco, que falló tras dudar, la peor forma de fallar. El público cayó inclemente sobre él, y desde entonces fue perseguido por algunos pitidos. Que se encarara no ayudó mucho. El caracoleo y la insolencia o se está muy bien o es pésima combinación.
Isco, como algunos bajitos de renombre antes que él, está acabando en Rusia: el Mundial y en este otoño europeo del Madrid.
Como los pitidos eran abusivos, se activó la dialéctica madridista de tiempos de Casillas y otros comenzaron a aplaudirle. Entre esos pitos-aplausos cada vez que la tocaba Isco (que la toca bastante), los tambores de Hellín y el tambor de los rusos, que también llevaban el suyo, la tarde estaba poniéndose de López Ibor. Para colmo, Bale comenzó a afectar molestias en el tobillo derecho y entró definitivamente en modo introspectivo.
El Madrid no mejoraba y el dominio del CSKA acabó en el tercero, gol de Sigurdsson aprovechando la pasividad asombrosa de la defensa y el agujero de antimateria entre Marcelo y Javi Sánchez.
El Bernabéu quedó en un estado de docilidad. Más desinflado que iracundo. Vinicius lo intentó con la misma ingenuidad del resto del equipo. Hombres contra niños, esa era la impresión y el público se fue yendo del estadio. Al acabar, con el himno de fondo, había más tambores que pitos. Mientras ese himno sonó no se vio nunca una derrota así. Pero este Madrid muy joven y a la vez muy visto sufría otro nuevo revolcón estrepitoso, tan feo como el del Eibar. Que un 0-3 en casa con el CSKA no forme un escándalo no sabemos si habla muy bien o muy mal del madridismo actual.