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Estadio Parque de los Príncipes Miércoles 18 de septiembre de 2019 a las 21:00 h |
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París Saint-Germain |
Real Madrid |
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Di María tumba a un Madrid difunto.
Derrota contundente y merecida de los de Zidane en París. El PSG, sin sus estrellas, fue más agresivo en la presión y controló el centro del campo.
La Champions empieza para el Madrid como acabó: con la certeza de que ya no está en la élite.
El PSG no tenía las estrellas, pero tenía un equipo. La sensación es que ya no es algo cogido con alfileres. Justo lo que es el Madrid. El Madrid dio la impresión de conjunto congelado en el tiempo, atrasado, a medio hacer, pendiente de hilvanar.
Comenzó manifestando sus dramáticos problemas para construir la jugada, para sacarla. La presión parisina era agresiva y Casemiro se quedaba solo y dubitativo con la pelota. En realidad, el PSG tenía cinco medios, y su superioridad en el centro fue absoluta.
El Madrid esperaba en su campo con demasiada tranquilidad, y lo mejor suyo eran los intentos de James por buscar a Bale o Benzema.
Pero parecía aún por desempaquetar. No se sabía si jugaba en corto, en largo, si quería correr o combinar mucho. A Hazard no se le ve del todo integrado, aparece al final del equipo o la jugada, todavía como un anexo.
Cuando llegó el primer gol de Di María, minuto 13, un gol en el que demostró la naturaleza poco o nada felina de Courtois, que reaccionó tarde a su pillería, el Madrid ya había demostrado algunos problemas. El gol llegó después de una larga posesión francesa. Ellos presionaban, el Madrid no. Ellos sostenían grandes monólogos y sus laterales, Meunier y Bernat, subían sin ser perseguidos.
Esto no desapareció con el gol. Se agravó. La reacción madridista fueron, fundamentalmente, acciones de Bale, personalísimas y marcianas. Una falta, un buen tiro, un gol anulado...
Pero el PSG iba mandando por juego y agresividad. El 2-0 llegó de un saque de banda, de la imposición física de Gueye en pleno estatismo de figuritas quietas del madrid, y fue de nuevo un duelo entre Di María y Courtois que venció la velocidad del primero.
Los últimos minutos de la primera parte fueron dolorosos para el Madrid. Verratti se hacía con el partido y a su alrededor iba articulándose un PSG que siempre buscaba los costados. Sarabia y Di María apoyaban a la media, trabajaban, hacían equipo, mientras Hazard y Bale dejaban espacios, el gruyere táctico habitual del 4-3-3. La columna vertebral formada por Varane, Kroos y Benzema era una columna de humo que se desvanecía en el cielo de París, como un contenedor de promesas quemado por los Chalecos Amarillos. Varane perdía más balones de los que el estadístico era capaz de registrar.
Salvo por una ocasión de Bale, el Madrid se fue al descanso sumiso, antiguo y medio grogui, pero sin la mezcla de sorpresa e impotencia del boxeador al que están zurrando. Al contrario. Empieza a haber una aceptación, una costumbre en el desconcierto.
Hazard comenzó la segunda parte queriendo aparecer, interviniendo mucho. Benzema bajaba a sondearle, a hacer prospecciones en la media. A partir del entendimiendo entre los dos fue cuajando un poco el juego del Madrid, sin grandes ocasiones, sin embargo. Ni siquiera pequeñas ocasiones.
Antes pudo haber sentenciado Di María en otra ocasión que nació de la presión sobre la salida del juego del Madrid. Courtois salvó otro gol de Sarabia. El PSG entraba por su izquierda como si estuviera jugando frente al Rennes.
¿Qué tenía el Madrid que pudiera oponer a la presión invasiva y vietnamita de Gueye? Poco. Si algún medio madridista se envalentonaba, el Madrid se partía de un modo alarmante.
Pasaban los minutos y no había nada que pudiera ni siquiera confundirse con una reacción, salvo que aceptemos como tal la entrada de Lucas Vázquez en el campo, reflejo casi rotuliano de Zidane en las segundas partes. El PSG había sido superior en el mediocampo, y lo repoblaba con Herrera, el Madrid estaba en desventaja y aun lo aligeraba más. Volvía a acercarse peligrosamente al 4-2-4. Solo hay delanteros, así que el Madrid acaba los partidos como un equipo de los 50 o de partido benéfico.
Verratti y los suyos dominaron el juego con una superioridad incontestable. Técnica en Verratti, física en Gueye. El Madrid quedó para ir detrás del balón de un modo más o menos elegante. Poco más. Lo único reseñable fue la pequeña conexión entre Lucas y Benzema. Dos centros del primero estimularon algo el olfato de un Benzema más bien vegetariano. Pero esto es el Madrid actual: las breves relaciones entre dos jugadores que se buscan durante unos minutos para no desesperarse.
El final sirvió para dejarse deslumbrar por el mediocampo que ha conseguido el PSG. Ya no es solo una delantera. Si hubieran estado uno solo de los Cavani, Mbappé o Neymar, al Madrid le habría caído un vapuleo en la segunda parte.
Como un resumen del partido, Meunier y Bernat se fabricaron el tercer gol. Una masacre táctica con los laterales haciendo paredes en el área. Es un gol para que la Dirección Deportiva del Madrid (¡La Florección Deportiva!) abriera la agenda del móvil por la letra M con intenciones serias de "sexting".
El Madrid es malo en defensa, pero en ataque es peor: no chutó ni una vez. Dio la impresión de ser un equipo inferior, exangüe, difunto. Los veteranos parecen viejísimos, y de los nuevos (Militao es como de Cuarto Milenio) no se puede decir nada.