Estadio Santiago Bernabéu Miércoles 6 de noviembre de 2019 a las 21:00 h |
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Real Madrid |
Galatasaray |
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El Real Madrid se regaló una goleada balsámica ante el Galatasaray con Rodrygo como nombre destacado... y con Valverde ovacionado por el Bernabéu en varias acciones.
Como ya sucediera en su debut en Copa, la primera pelota que le llegó a Rodrygo (min. 4) acabó en gol. Centro de Marcelo habitual, el de siempre, pero al llegarle a Rodrygo algo cambió: el control orientado fue rapidísimo, ganó espacio-tiempo (hablamos de “fúpbol”) y luego precisó al palo. Después de la Infanta hablando en catalán era lo mejor hecho de la semana. Fue como si Rodrygo llevara la jugada pensada de casa. Esos 4 primeros minutos habían sido como si el balón saliera a Las Ventas; los minutos siguientes fueron deliciosos. Los mejores del Madrid.
Habrá que decir, eso sí, que rival no hubo. Rodrygo acabó tan pronto con todo que el Galatasaray no pudo ni fingir oposición. La presencia del público turco y las prestaciones más bien de acompañamiento del equipo hacían pensar en un episodio de “Kara Sevda” o incluso de “Pájaro Soñador” más que en un partido de Champions.
En relación con esto hay que reconocer que la Champions es solo una enorme carcasa bajo la cual está el hueso, lo duro, el metal, la vieja Copa de Europa. Se menospreciaban siempre las Copas del Madrid. “Eso eran seis partidos”. Exactamente igual que en la actual Champions. Seis partidos. El resto es la Europa de las dos Velocidades hecha fútbol. El Madrid permite que, al menos en esto, disfrutemos la primera.
Pero estábamos en el minuto 4. El golazo de Rodrygo lanzó al Madrid por la pendiente de la exhibición. Hazard arrancó la moto, porque en forma juega como un piloto de 125 c.c. Es Tom Cruise en moto por las calles de París. Un regate espléndido inició una secuencia de toques que acabó en nuevo centro de Marcelo que Rodrygo remató de cabeza. Segundo centro, segundo gol. El “centrismo” con Rodrygo es otra cosa.
El Bernabéu, que aún recuerda ver llegar a Raúl (Rodrygo es Raúl sin casticismo) decidió que eso ya merecía cantar y comenzó con Rodriiiiiiiigo porque cada jugador del Madrid cuyo nombre tenga dos o tres sílabas merece el mismo cántico.
No solo eran los goles. Era cómo los marcaba. La nitidez de lo que hace, la esmerilada precisión. Rodrygo juega bien en la banda, pero es cuando aparece en el área cuando lo suyo se pone serio. Los espacios se le hacen grandes; los segundos largos; la portería, arco iris. Se tiene o no se tiene.
Pero tampoco es solo cómo lo hace. Es la aportación al equipo. El once era importante porque ya no estaba Modric ni estaban Lucas/Bale (es curioso cómo Lucas, eterno doble de las estrellas, Brad Pitt tarantiniano de los galácticos, cae en desgracia a la vez que Bale, un poco con él), el once se renovaba por fin con Valverde y Rodrygo, se oficializaba el cambio en Champions. Y se ve la lentitud con la que se desarma el gran equipo de las Copas de Europa: la gradualidad con la que Modric llega al banquillo, lo penoso del proceso de Bale. Y se ve la inmediata virtud que añaden los nuevos en el equipo. Valverde equilibra el juego en largo, Rodrygo (además del gol) en ancho. El equipo estuvo más simétrico y armónico, más fluido.
Con 2-0 y poco o ningún rival, el Madrid se gustó con un juego hermoso pero además bueno. Inmediatamente le hicieron un penalti a Kroos y cuando todos pedían que lo tirara Rodrygo, que así conseguiría el hat trick más rápido, Ramos agarró el balón y dijo que nanai. Derechos adquiridos. Y se señaló un lugar del muslo donde tiene tatuados los trienios de vestuario. Lo lanzó con su panenka y le añadió una celebración de caballo andaluz. Una celebración autorreferencial, como todo en Sergio Ramos. Sus caballos llevan el SR4 y sus goles recuerdan a sus caballos y así sucesivamente hasta el día en que se tatúe un tatuaje sobre su propio tatuaje.
El Madrid lo bordó y se vio a un Hazard de regates divertidísimos en los que cambia de ritmo y de dirección a la vez, como si eso fuera una persecución automovilística en las calles de Nueva York. Se entendió con Marcelo, que estuvo bien con sus dos pases y se fue antes del descanso por prudencia muscular.
Cuanto más pinta de duro tiene Fatih Terim, más desastre es el Galatasaray. Era un partido de endorfinas para el Madrid, de los de siempre en Europa, y justo antes del descanso Rodrygo volvió a pisar área, robó y pasó para el gol de Benzema.
El Galatasaray era como un detenido medio inconsciente atado a una silla. El Madrid pudo haberle abofeteado pero decidió respetar el derecho europeo y simplemente siguió jugando alegre sin hacer mucha sangre.
A la altura del minuto 60, Zidane, que con los goles vuelve a parecernos sabio, dio algunos descansos necesarios. Valverde se puso a hacer de Casemiro e Isco suplió a Hazard. Cambio interesante, no solo por la identidad de tren inferior (talgo uno, AVE el otro), también por lo que se adivina: la intención de recuperar a Isco, que aún podría dar cosas diferenciales.
El Madrid calentó a Muslera y, en el 80, Benzema marcó el quinto. Supera los goles europeos de Di Stéfano, señal de que estamos en un proceso de eternización.
Hubo justicia y Rodrygo firmó el tercero antes del final: de izquierda, de cabeza y con la derecha. ¿Con qué no marcará Rodrygo?