Resultado de la 1ª Jornada |
Estadio de Vallecas Sábado 17 de agosto de 2019 a las 17:00 h. |
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Celta de Vigo - Real Madrid | ||||
1 | 3 |
Ayer golfista, hoy futbolista, Bale fue redimido por Zidane, que lo metió en el once como si nada hubiera pasado. Un 4-3-3, nada nuevo bajo el sol vigués en el que las gaviotas, si uno las escuchaba bien, parecían decir: “Militao, Militao”.
Y ese Bale tratado de exfutbolista empezó siendo el mejor del Madrid, Casemiro aparte, que Casemiro es siempre como el monitor de una excursión escolar.
Bale metía pases perfectos a la no-velocidad de Modric, o hacía esprints imposibles para cualquiera del Madrid que no fuera Vinicius.
El Madrid era un conjunto de buenos propósitos. La incipiente presión en ataque y el trabajo en las bandas eran los nuevos fichajes del verano.
De esa forma, con un balón que robó Casemiro, Bale hizo una jugada excelente por la izquierda con pase a Benzema, que solo tuvo que rematarla. Por detrás llegaba también, casi al alimón, Vinicius, lo que demostraba quizás el surgimiento de un nuevo instinto carnívoro. Iba al gol. Iba a lo negro.
Conseguido su gol, el Madrid no quiso más. O no lo quiso de un modo evidente y glotón. La pelota se la fue quedando el Celta y el Madrid se agazapó a la espera del contragolpe. Hacia como que hibernaba pero con más inteligencia que pasotismo. Era como si hubiera decidido empezar la temporada siendo un equipo italiano. Serio, expectante, casi especulativo pero con firmeza, con caras todos de Donadonis. ¡Poca broma!
El Celta la tenía pero tampoco creaba un gran peligro. En el 31 tuvo una ocasión clara que se fabricó Aspas con su genio autoabastecedor: se libró de Casemiro, se fue a la izquierda y le puso un balón perfecto al Toro Fernández que Varane desvió con la uña.
El Celta tenía gran parte de la posesión y el Madrid, que parecía el Rimini, esperaba contragolpes que no llegaban, trenes que no salían. Vinicius, peinado como Sammy Davis Jr, no tenía mucho foco. En ese tramo, Rubén les paró buenos disparos a Modric y Bale.
Cuando el partido ya quería el descanso, Odriozola, con sus cosas de cadete, cometió dos errores seguidos en defensa que acabaron en gol de Brais. Podían haberle pitado además un penalti pero el VAR descubrió un fuera de juego de Aspas. De milagro no lo rompió también Odriozola, empeñado en el error en cadena, efecto dominó de sí mismo.
Zidane, ya de traje, enjuto y luminoso, rumiaba algo para si y para su baraka camino del descanso.
El partido estuvo en el inicio de la segunda mitad. Ahí se decidió. El Celta profundizó por la banda de Odriozola: Courtois le hizo una parada a Aspas y Casemiro le quitó un gol a Denis, el mejor local.
Continuaba el Madrid haciendo lo mismo, pero en ese instante ya no parecía una opción, una estrategia, sino lo único de lo que era capaz: ver al Celta tener la pelota.
Estando el Madrid así, en el minuto 55 llegó la expulsión de Modric, una revisión del VAR en la que se interpretó de modo fundamentalista una circular para la protección de los tendones de Aquiles (se trata de proteger al héroe, pero el tendón de Aquiles no se llamaría así si hubiera habido circulares del comité de árbitros en la antigüedad). Con diez, el Madrid mejoró. Se espabiló. Pero antes hubo una intervención determinante de Courtois, que detuvo a bocajarro un remate del Toro Fernández. Se vio al Courtois del Mundial, al portero superior.
Y el Madrid, en ese punto en el que en otros días se hubiese ido a la deriva, decidió juntarse y tocar. Vinicius se pegó a la banda, abrió el campo, y en lugar de encarar devolvió para el toque de Marcelo y Kroos, y en esa concentración de talento, como una start up surgió el zambombazo de Kroos, rubio de nuevo como la primera vez, que dio en el palo y entró.
El Madrid con diez ya no sufrió. Salió Vinicius, algo cansado después de correr en ambas direcciones (un Vinicius distinto, modoso, como domesticado, sin la flagrante brillantez de sus carreras ni el escándalo de sus tiros desternillantes) y entró Lucas, un modo de cerrar la banda de Odriozola sin señalar a Odriozola.
Luego entró Isco (por Bale), el Madrid en un 4-4-1 en el que se gustó. Tocaron y tocaron, con un Marcelo recuperado y un Isco activo, con ganas, como si lo “acabado” pareciera de repente un lujoso complemento, y una jugada colectiva y virtuosa la remató Lucas llegando. Benzema daba un gol tras haber marcado otro. Lo más importante es que se vio con claridad que es la extensión de Zidane en el campo.
El cambio de Lucas, Lucas como primera opción por defecto, era zidanismo puro. ¡Don “Egue que Egue”! Pero en esa insistencia en los de siempre quizás Zidane encuentre la recompensa si los de siempre le devuelven la confianza con esfuerzo.
Porque en el Madrid se pudieron percibir en algunos momentos los hilos invisibles de la solidaridad. Alguien pendiente de la espalda de Marcelo y alguien pendiente de ese alguien.
El Celta, que tampoco había estado tan mal, encontró su gol por Iker Losada, con un chut violento y juvenil tras una carrera completa de Pape Cheikh cuando el Madrid ya era el lío más habitual de laterales patas arriba.
El Madrid tendrá más o tendrá menos, pero en Vigo ha dado la impresión (no es Big Data, es un aroma) de que la Liga no la van a regalar en octubre.